Elaborado por Gustavo Martínez Lira, investigador del Centro de Comercio Detallista de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey.
“Si la tasa de cambio dentro de una organización es menor que la tasa de cambio fuera, el fin está cerca... Los líderes deben desarrollar un sexto sentido, una habilidad para ver más allá de lo evidente.” Jack Welch.
Vivimos un tiempo en el que la tecnología se ha desarrollado de manera exponencial. Términos como Inteligencia Artificial, “Machine Learning”, Internet de las Cosas, “Big Data”, Ciencia de Datos, entre otros, son cada vez más conocidos y mencionados en las organizaciones. Como en todos los ciclos de adopción, hay líderes, seguidores y aún organizaciones renuentes a subirse al tren de la tecnología.
Sin embargo, es cada vez más evidente que, quienes no aprovechen las oportunidades que trae la tecnología actual, perderán ventaja competitiva y, por lo tanto, participación de mercado, ventas y utilidades.
La adopción de tecnología no debe hacerse por imitación. No se trata de ajustar las implementaciones a los modelos de negocio. Es importante identificar cuáles son los “caballos” y a qué “carretas” están jalando. En este caso, la tecnología es un catalizador para alcanzar los objetivos de negocio.
En otras palabras, la estrategia de negocio es primero. Dado que la tecnología está aquí para transformar los negocios, ha surgido el término “Transformación Digital”, el cual se refiere a la modificación de flujos de trabajo y procesos mediante la implementación de tecnologías digitales. El propósito es alcanzar los objetivos de negocio de manera más eficiente y poniendo al cliente en el centro.
La transformación digital debe impactar la experiencia del cliente. Si el cliente no recibe lo que espera, la calidad de los productos y servicios no es suficiente y la aplicación de tecnología se queda sólo en una experiencia anecdótica.
La nueva reingeniería de procesos requiere de la aplicación de tecnología para construir la oferta de valor al cliente. Pensando en el cliente, las organizaciones debemos preguntarnos: ¿qué problemas le resolvemos? ¿qué ganancias le generamos? ¿qué tareas le facilitamos? Por otro lado, es verdad que una verdadera transformación digital requiere del compromiso de la alta dirección, pero también del involucramiento de toda la organización.
Es indispensable encontrar un patrocinador en la alta dirección, que provoque el involucramiento de cada colaborador. El líder se constituye en una persona que imagina una visión, es decir, elige un futuro y luego pone los medios para alcanzarlo, y dentro de esos medios, encuentra la tecnología como un gran catalizador.
El libro clásico de los negocios “Good to Great” nos señala un principio de liderazgo: “first who, then what”. Es decir, las personas son lo más importante para conseguir la visión de negocio.
Si tu visión no requiere del involucramiento de toda la organización, tu visión es demasiado pequeña. Una verdadera transformación digital requiere subir a bordo a cada persona de la organización, empezando por la alta dirección, continuando por quienes ejecutan los procesos internos, y terminando por quienes tienen el contacto con el cliente.
Y si hablamos de transformación digital como un viaje que las organizaciones han emprendido, entonces necesitamos medir el avance de este viaje. Un antiguo consejo de un amigo consultor fue “piensa en grande, empieza en pequeño, y crece rápido”.
Así nace el concepto de “Madurez Digital”, que es el grado en el que las organizaciones entienden y aplican la transformación digital. Con el avance de diversas organizaciones y la experiencia que hasta hoy tenemos, podemos identificar varias etapas en este camino hacia la madurez digital.
La etapa incidental: alguien en algún departamento de la institución inicia un proyecto que implica la transformación por medio de la tecnología. Cuando más áreas de la organización empiezan a adoptar la tecnología y se empieza a impactar a la estrategia de la empresa, pasamos a la etapa intencional.
Si la organización continúa avanzando hacia la construcción de una estrategia digital que abarca todas las áreas , que de manera sincronizada avanzan y comparten tanto sus resultados como sus buenas prácticas, pasamos a la etapa de integración.
La etapa final de la madurez digital se llama optimización y se da cuando la transformación digital es parte de la cultura de la empresa, cuando se vuelve indispensable para la consecución de la estrategia; es cuando la organización ha desarrollado las competencias que le han permitido construir una ventaja competitiva que es difícil de imitar por los competidores.
Un buen líder no es aquel que tiene las respuestas a todas las preguntas, sino aquel que sabe hacer las preguntas correctas. Y en este tema, la primera pregunta es ¿en qué etapa de la madurez digital está nuestra organización? La segunda es ¿qué necesitamos para acelerar nuestra transformación digital?
Recuerda, todo gran viaje inicia con un pequeño paso. Se requiere avanzar sin prisa, pero sin pausa. La transformación digital, más que un destino, es un viaje y la madurez digital es como esa estrella que nos guía en el firmamento.